"¡Gatucho! ¡Baja de ahí!"
Desde el estudio, inmersa en la enésima traducción, oigo los gritos de Alessandra, mi segunda hija, que arremete contra Marlon, el gato ex-vagabundo, en la actualidad rey del diván de la casa.
Fuera, un tímido sol septembrino calienta el vacío de una jornada sin Giorgio, el mayor y ya todo un hombre, que se fue para la universidad: temerario, tierno, conmovedor.
¿Quién habría dicho que su ausencia habría herido con estos pinchazos
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